lunes, 22 de octubre de 2012

Profesión perpetua de los hermanos Crescent y Félicien


El 23 de septiembre de 2012 fue una mañana soleada, y los rayos del sol iluminaban la parroquia de Byimana. Dos de nuestros hermanos, Crescent Karerangabo y Félicien Habiyaremye, de las comunidades de Rwabuye y Mururu respectivamente, atrajeron a muchas personas de las 1000 colinas de Ruanda, para que vinieran a ser testigos de los votos perpetuos que estos hermanos hacían, para poder seguir el camino de Cristo y de María.

La iglesia estaba a rebosar, llena de jóvenes y ancianos que colmaban las tres entradas, y desde donde todos trataban de ver que lo que sucedía en el altar. El centro de interés (la misa) fue celebrada por el padre Jeremiah, dominico, junto a otros concelebrantes. Conmovedores himnos y cantos fueron entonados por el coro de los estudiantes de la Escuela de Ciencias de Byimana, dirigidos por el hermano Valens Mushinzimana de la comunidad de Save, mientras que el hermano Ndanga Spiridion coordinaba y daba indicaciones sobre los rituales maristas durante la misa.

A medio día, los hermanos: Crescend y Félicien, ante el Provincial Valentine Djawu, libre, voluntaria y públicamente expresaron que deseaban seguir a Jesucristo, casto, pobre y obediente, durante toda su vida. Fue una escena conmovedora y solemne, no solo para el escritor de este artículo, sino también para los participantes. Uno de los religiosos se me acercó al oído y me dijo: “este ritual es impactante”. Para mí, sus palabras demuestran hasta qué punto una persona externa puede percibir la seriedad de alguien ofreciéndose a Dios enteramente para la misión, porque no se trata de “jugar a ver quién pierde”, sino de entregar libremente nuestra vida por el Reino de Dios.

Al recibir las cruces, los hermanos demostraron que, de ahora en adelante, aceptarán cargar en sus hombros y, hasta la muerte, todo lo que significa ser siervo de Cristo, siguiendo las huellas de Champagnat y de quienes ya han recorrido este camino. De hecho “hacerse hermano es comprometerse a hacerse santo”.

Mientras cantábamos y felicitábamos a los nuevos hermanos profesos perpetuos, el Provincial les dio dos regalos: un libro de oraciones, que significaba que ellos estaban llamados a ser hombres de oración siempre, y un libro para la promoción vocacional, para que, como Pedro, pudieran ‘pescar’ a muchos hombres. Estos dos recuerdos suelen ser muy significativos en la vida de un hermano, ya que traen felicidad y calidad de vida, gracias al crecimiento continuo, y a los esfuerzos por vivir estas verdades eternas de manera congruente.

Compartimos la comida en concordancia con nuestras tradiciones maristas “donde encuentre a un hermano, allí estará mi casa…y compartiremos nuestra unidad”. El día terminó mientras numerosas personas decían: “es bueno ser religioso”, ¿en qué sentido? Creo que es porque lo han sentido en sus corazones, y la experiencia es la mejor maestra.

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